viernes, 30 de mayo de 2014

Salvattorian Stories #2 "19"

Los hechos aqui mencionados, forman parte de mi imaginación, cualquier similitud con la realidad, es sólo una tangente coincidencia.


17 años acosaban al joven de esta historia.
Una decorosa mañana llena de rutina en una taza de café de máquina, enmarcan el dialogo que este joven, llamado Nicanor, tuvo con un amigo, compañero de aventuras.
De pronto, como en cualquier charla interesante pero superflua, surgió una afirmación no menos que llamativa. Una vez, mi hermano me dijo que la edad perfecta es a los 19 años.

Nicanor, que era hijo único, sintió como de repente el cerebro apretó pausa. De experiencia estaba flojo ya que sus primos vivían en Mallorca, una isla en España que rodeaba el Mediterráneo. Se habían ido hace muchos años con sus tíos, luego del cataclismo en el que hasta el Excelentísimo Presidente debió escapar por la ventana.

El enunciado de su amigo necesita como mínimo una perla laxante para digerirse. Sin embargo, en medio de la pausa, casi emulando un espacio publicitario, simuló varios argumentos. A esa edad ya sos mayor, podes votar a un buen representante y cambiar el mundo, la chicas ya te miran con otros ojos, ya no sos un tierno nene, podes meterte en las charlas de grandes, y si tus viejos tienen auto, seguro en algún momento te dejarían usarlo, quizás no lo use cuando tome alcohol, pero era la fija para salir de levante con amigos.
Así planteados suenan como un sueño, que todo pibe desearía, imposible de rechazar. Un abrazo de confianza del destino.
Veremos dijo para sus adentros, y la conversación fue por otros rumbos, y se perdió en una onomatopeya, terminó el recreo.

No obstante, el recordó esta premisa, durante mucho tiempo, en su memoria flotaba el anhelo de un futuro mejor. Los años fueron pasando, lentamente, las páginas se iban rellenando paulatinamente. Seguía la esperanza latente.
Y un día, llegaron. Nicanor no notó nada sorprendente, nada, nada de nada. Las salidas a los boliches, tan clásicas al filo del egreso, ya no lo atrapaban. Los políticos, decían lo mismo, ni siquiera cambiaron las caras, solo cambiaban las palabras, pero en el fondo daba igual. El auto no era un bien presente. Las chicas, bueno, todavía lo veían algo inmaduro.
¿que pasó? se preguntó Nicanor luego de situarse en una cruel decepción. Tantos días obsesionado con esto, tantas noches pensando, tantos minutos hipotecados, a un futuro que no existe. Fue a contarle a su padre, a buscar ayuda.

Juan, su padre, luego de escucharlo atentamente, lo miró con ternura y trazas de sorpresa. Después de un largo suspiro, se posó sobre su sillón y le dijo con firmeza.
Espero que sea la última vez que vivas años que no has vivido, sueños que no has soñado, y esperes cosas que no pediste, y sobre todo, que creas algo para lo que nunca tuviste fé.
Empieza por desandar el camino de tu propia vida, y resuelve tus problemas con las herramientas que tengas, vive en anarquía contigo mismo, ahí radicará el éxito de tus metas.

Nicanor, sostuvo un silencio, y rompió en llanto. Luego exclamó: yo sabía la respuesta, la callé por miedo a los necios.

Juan, contestó por última vez: no lo olvides, y ahora que lo sabes, no se lo digas a nadie, no le servirá. Y se marchó a dormir.

[salvattore paz]

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